El tiempo esperó a que sus ojos dejaran de encontrar los mios para acabar por fin con el silencio. El efímero silencio. Sólo percibían mis oídos el sonido de mis labios siendo sellados por los suyos. Su espalda aparentaba ser el cielo, tanto que dediqué mi tiempo a unir los astros del firmamento. Ella terminó por tatuar memorias en mi mejilla.
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